A medio camino entre los ríos Tigris y Éufrates, al sureste del actual Iraq, una de las ciudades más importantes de Mesopotamia floreció. Hace más de 4 mil 500 años, Lagash fue el prototipo de ciudad-estado para el mundo antiguo. Aunque fue una de los asentamientos más poderosos del imperio, no se supo de su existencia hasta el siglo XIX.
No fue hasta que un equipo de arqueólogos franceses excavó el sitio en 1877, documenta Britannica, que se encontraron alrededor de 50 mil tablillas de arcilla con escritura cuneiforme. Hasta ahora, es la fuente de conocimiento más grande que se tiene de Lagash y de la cultura que ahí se desarrolló milenios atrás. Esto es lo que sabemos.
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Lagash fue una de las ciudades más antiguas de Medio Oriente. Hacia el tercer milenio antes de nuestra era, incorporó las urbes mesopotámicas de Girsu, Nina, Uruazagga y Erim. Se sabe que fue gobernada por monarcas independientes, que se identificaban con el escudo de un águila con cabeza de león y las alas extendidas.
Conocido como Anzû, este símbolo representativo de la ciudad representa a una divinidad menor. En algunas regiones mesopotámicas, se le consideraba un monstruo que controlaba a las bestias locales, al tiempo que podía respirar fuego y agua.
En el territorio que le correspondió antiguamente, se han encontrado yacimientos arqueológicos ricos en estelas, tablillas de arcilla y piezas de cerámica. Por ello, se asume que Lagash fue un centro neurálgico para la política, el comercio, el arte y el desarrollo cultural.
Sin embargo, no había un templo central que rigiera a todas las ciudades bajo el régimen de Lagash. Al respecto, la antropóloga de la Universidad de Pennsylvania, Emily Hammer, compara el acomodo a la actual Venecia: «[…] cada sector de la ciudad desarrolló prácticas económicas distintivas en una isla pantanosa individual«, dice la especialista.
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A pesar del álgido desarrollo cultural, económico y político de Lagash, poco quedó de la antigua ciudad mesopotámica. En gran medida, a causa de los conflictos con los reinos vecinos que querían someterla. Hacia el año 2450 a.C., las disputas fronterizas con otras ciudades se hicieron cada vez más violentas, dejando a la ciudad debilitada.
Fue así como el dirigente militar Sargón de Akkad, en el 2300 a.C., conquistó Lagash. Se dice que ‘arrasó la ciudad hasta el mar‘, con matanzas masivas y pérdidas humanas de las que los locales no pudieron recuperarse. Luego destruyó las demás ciudades que habían intentado conquistarla. En total, triunfó sobre 34 ciudades similares.
A más de 5 mil años de sucedida la destrucción, el equipo de la Universidad de Pensilvania encontraron la antigua traza de Lagash a partir de una vista aérea del territorio con drones. Las imágenes revelaron lo siguiente:
«Podría haber habido múltiples formas de evolución para que Lagash fuera una ciudad de islas pantanosas a medida que la ocupación humana y el cambio ambiental remodelaron el paisaje», explica Hammer en un comunicado.
Con el material que arrojaron los drones, el equipo de investigación descubrió que los puertos estaban conectados por antiguos deltas del Tigris que ya no existen. Así, los habitantes y comerciantes podían transitar libremente entre cada distrito en barco. Lo más probable es que hubieran puentes peatonales, explican los científicos en Journal of Anthropological Archaeology.
Este acomodo urbano sugiere, según Hammer, que Lagash fue una ciudad con una planeación urbana innovadora. Los puentes peatonales «reducían las partes densamente habitadas de la ciudad antigua a tres islas», dice ella. Por ello, aunque eran distritos ‘independientes’, se lograron articular al régimen de Lagash: la ciudad perdida de Mesopotamia.
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